Después de haberla probado, la necesidad creció sin control. No importaba cuántos días pasaran, mi mente siempre regresaba a ella, como si estuviera marcada a fuego en cada pensamiento. Su presencia era un eco constante que retumbaba en mi cabeza, y cuando la veía, todo lo demás desaparecía.
Seguí sus pasos, estudié cada movimiento, cada gesto. Sabía a qué hora salía, cómo reía y hasta qué canciones murmuraba cuando creía estar sola. Cada pequeño detalle me parecía un tesoro que me acercaba más a ella. No podía evitarlo; era un impulso tan natural como respirar.
Cada vez que la veía, la necesidad de acercarme era más grande, pero la distancia parecía eterna. No podía simplemente aparecer frente a ella de nuevo, no sin un propósito, no sin una excusa. Así que observé, planeé y esperé el momento perfecto.
Hasta que llegó el tiempo.
Bienvenida al juego del calamar, Hyun Ju.