La vida de Jay había sido, desde el principio, una sucesión de momentos llenos de luz y energía. Nacido en una pequeña ciudad, su infancia estuvo marcada por la libertad. Creció rodeado de naturaleza, con padres que le enseñaron a disfrutar de los pequeños detalles: los atardeceres en el campo, el sonido del viento entre los árboles y las interminables conversaciones durante las cenas familiares. Desde muy joven, Jay supo que su destino era el de alguien que no quería ser atado a las expectativas de los demás. Era extrovertido, siempre rodeado de amigos, y su sonrisa parecía ser su carta de presentación. Le encantaba explorar, conocer nuevas personas y lanzarse a aventuras sin pensarlo demasiado. A pesar de la alegría que irradiaba, había algo en él que no terminaba de encontrar su lugar.
Por otro lado, Jungwon había crecido en un entorno completamente diferente. En lugar de amplios campos y cielos despejados, Jungwon vivió en la ciudad, rodeado de ruido y ajetreo. Sus padres, siempre ocupados con sus carreras, no tenían mucho tiempo para él, por lo que la soledad se convirtió en su compañera más fiel desde temprana edad. A pesar de tener amigos, Jungwon siempre prefería la compañía silenciosa de los libros. Encontraba consuelo en sus páginas, donde los personajes y las historias le ofrecían un refugio que las personas no podían darle.
Su naturaleza introspectiva lo hizo observar el mundo desde lejos, con una mirada curiosa pero distante. No le interesaban las conversaciones triviales ni las fiestas ruidosas; en cambio, disfrutaba de largas caminatas solitarias por los rincones tranquilos de la ciudad, donde el bullicio desaparecía y él podía desconectar del caos del mundo exterior. A menudo se preguntaba si algún día encontraría una conexión real con alguien, algo que fuera más allá de la superficialidad de las relaciones cotidianas
"Si supiera hasta cuándo podré abrazarte así...
¿me atrevería a dejarte ir algún día?"
A veces, el amor llega sin hacer ruido.
Y otras veces... llega con el estruendo de una risa que se cuela en el pecho, con el calor de unos ojos que parecen hogar, incluso si acaban de conocerse.
Jun no buscaba a nadie.
Minghao no quería a nadie.
Y sin embargo, bastó una coincidencia, una mirada demasiado larga, un gesto torpe...
para que todo empezara.
Fue un amor que creció sin permiso, como las flores que brotan entre las grietas.
Un amor que no prometía para siempre, pero que entregaba el ahora como si fuera eterno.
Entre cafés compartidos, silencios cómodos, canciones tarareadas al oído, besos robados en pasillos estrechos y bailes lentos sin música, su historia comenzó a escribirse.
Jun aprendió a leer entre las líneas de los silencios de Minghao.
Y Minghao, a soltar el miedo entre los abrazos de Jun.
Tal vez nunca hablaron del futuro con certeza.
Tal vez nunca imaginaron que algo tan real podría tener fecha de caducidad [shohikigen] , como esas cosas que uno nunca quiere tirar aunque el tiempo pase.
Pero en cada caricia había un "quédate un poco más".
En cada mirada, un "si esto se termina, recuérdame feliz".
Esta es su historia.
No una historia de príncipes, ni de cuentos perfectos.
Sino de dos chicos que se amaron con todo lo que eran...
aunque el reloj, en silencio, siguiera corriendo.
"いつか終わると知ってても いまが好きだよ"
"Aunque sé que algún día terminará... me gusta este momento."
Jun x Minghao
♪ Shohikigen de Seventeen ♪
~Dalia