Tory estaba obsesionada. Su prima Addison tenía todo lo que cualquiera podría desear: belleza, dinero y un novio perfecto, Robby Keene. Pero Tory no podía evitar pensar que Addison no lo merecía. Robby era demasiado para ella: sus músculos, su habilidad en el karate, su sonrisa. Todo en él era fascinante, y Tory pasaba horas viendo sus redes sociales, aprendiendo cada detalle de su vida.
No sentía remordimientos. Addison lo tomaba por sentado, demasiado ocupada con sus propias apariencias como para valorar lo que tenía. Tory, en cambio, entendía a Robby. Sabía que él necesitaba algo más, algo que solo ella podía ofrecerle.
En su mente, ya lo veía sucediendo. No importaba cuánto tiempo tomara o lo que tuviera que hacer, Robby sería suyo. La paciencia era su mejor aliada, y mientras Addison seguía distraída, Tory se preparaba para entrar en acción. Para ella, esto no era una obsesión; era un desafío. Y los desafíos siempre se ganan.
De chica de los encargos, paso a ser su secretaria personal.
Tory Nichols era la más joven de aquel estudio de economia, y la más atenta a los pedidos de su jefe también, tanto, que terminó demasiado prendada de él.
Robby Keene no esperaba encontrar el amor fuera de su despacho, cuando llevaba un anillo de matrimonio en su dedo anular.
¿Qué pasa cuando la vida de dos personas se cruzan y su supuesto amor que florece de imprevisto se ve alterado por terceras personas?
Algo prohibido está por suceder, y Nichols tiene miedo de cruzar la línea.
¿Qué ocurre cuando el deseo y el deber colisionan?