Neji siempre había buscado la perfección en todo: en su técnica, en su destino, en su vida. La rigidez de su entrenamiento y las expectativas de su clan lo mantenían enfocado en un único camino. Pero eso cambió con ella.
Su actitud relajada y su constante provocación lo irritaban, pero al mismo tiempo, no podía evitar admirar cómo lograba resultados sorprendentes con esa misma actitud desenfadada. Hasta que un día, en medio de un combate, dijo algo que hizo que Neji se detuviera en seco.
- ¿Alguna vez dejas de hablar en broma? - le preguntó Neji, sintiéndose desconcertado.
- ¿Alguna vez dejas de ser tan serio? - le respondió ella, sin perder su tono relajado.
Fue entonces que Neji se dio cuenta de algo: la forma en que Shinju vivía, sin complicaciones, lo había hecho ver que tal vez el destino no debía ser tan rígido.
Mientras descansaban después del entrenamiento, Neji, casi sin pensarlo, dijo:
- Siempre creí que la perfección era inalcanzable... hasta que me di cuenta de que no necesitaba buscarla.
Shinju lo miró con curiosidad. - ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
Neji la miró directo a los ojos. - Más de lo que te gustaría admitir.