El pánico recorrió hasta su última célula, estaba sintiendo cosas que no había sentido en tanto tiempo, escuchaba esas voces en su cabeza repetirle lo que debía de hacer. Lo que debía de terminar.
Sus movimientos eran indecisos, no sabía que hacer ni mucho menos que pensar, entre la ansiedad y el miedo, corrió escaleras arriba hasta su habitación, y ahí volvió a buscar eso que había abandonado hace casi tres meses atrás.
Se sintió aterrorizado al tenerlo entre sus dedos nuevamente, pero las voces gritaban su anhelo hacía las marcas en su piel, quería sentir algo de nuevo.
Su celular empezó a vibrar repetitivamente con mensajes que no contestaría al instante, camino hacia la otra habitación y vio, frente a él la fotos enmarcadas de su padre, las lágrimas tibias se derramaron bajo sus ojos, sentía que lo había decepcionado.
Se arrodilló, y sacó el celular de su bolsillo, escribiendo con rapidez y torpes al chat fijado de sus contactos, pidió perdón, se disculpo y se sincero después de tanto tiempo.
¿Lo perdonarían si cruza la línea?
Aún así, su paraíso lo daña demasiado como para cambia de opinión.
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Si me persigue la fame, es que aún acaricia y Daña.
Paraíso, gramo y polvo.