6 parts Ongoing La vida, ¿es un lienzo único y singular o una mandala de posibilidades? La respuesta se pierde fácilmente en la gran brumosa del mundo tan complejo como lo es el pensamiento. El destino, tan arrogante, misterioso e incluso aveces cínico, actúa con una lógica desconcertante, capaz de sembrar dudas y contradicciones en el corazón del ser viviente. Nos hace creer en lo imposible, amar a quien nos hiere y odiar a quien nos ama con pasión.
¿Cómo puede el destino entrelazar vidas tan dispares en situaciones anormales y, al mismo tiempo, separar caminos con una brusquedad que nos deja sin aliento? No hay patrones predecibles, no hay roles ni géneros para el. La vida se despliega sin distinciones sociales ni altibajo económico, cualquier intento de racionalizar siendo despojado de la manera más tosca y salvaje.
Todo lo que puede suceder, sucederá. No hay probabilidades ni gráfica que pueda predecir el resultado, un azar más despiadado que la muerte. Y aunque no solo existe el destino, es el que más repercute en este caos al que llamamos vida, ese forcejeo entre el azar y la necesidad, uniendo almas y separando corazones con un designio inescrutable.
Y es precisamente esta imprevisibilidad la que hace que las historias de amor verdadero sean tan fascinantes y, a la vez, tan frágiles. ¿Por qué una buena historia de amor nunca parece tener un final feliz? Eso acaso nos muestra que el amor no tiene un final, sino una serie de capítulos que se escriben día a día, con cada encuentro y cada despedida?
Y es en este laberinto donde encontramos el verdadero sentido de nuestra existencia: amar, sufrir, aprender y, sobre todo, vivir. libres como si de agua se tratase, aprender que esto no se tiene que sobrevivir o sobrellevar. Solo vivir.