EL HIJO DE LA LUNA

La vida es compleja, no te regala nada, pero al mismo tiempo siempre te da la posibilidad de escoger tu camino. Ese era el pensamiento favorito del marqués de Mountrose, John Alexander Armstrong, quien debido a su extraño aspecto ha enfrentado desde su tierna infancia, miradas de asco, lástima e incluso menosprecio y burlas. Todo ello le ha convertido en un hombre fuerte y estoico, que ve en cada situación una posibilidad de convertir el plomo en oro, capaz de olfatear las oportunidades a millas de distancia y de sacar el máximo partido a lo que el destino pone en sus manos.
Muchos piensan que su atronador éxito en los negocios se debe a que infunde respeto, o ¿por qué no? miedo a sus competidores; otros opinan que posee una inteligencia fuera de este mundo, y algunos más, que la influencia de su padre es el factor decisivo. Sólo unos pocos saben la verdad: todos esos rumores son ciertos, pero lo que suele inclinar la balanza a su favor, es una férrea determinación a triunfar, a sobresalir, a demostrarle al mundo que el color de su piel, tan blanca como la luna, no le resta un ápice a su valor personal. No cree en el destino, porque se ha forjado a sí mismo sin dejar nada al azar, y tiene todo, absolutamente todo bajo control. Al menos eso piensa hasta que, se encuentra con los ojos turquesas de sus pesadillas.