El sol consume la piel, y el viento, salado y venenoso, arrastra el polvo de un mundo que ya olvidó la lluvia.
En las sombras del desierto, el agua es un mito, un susurro lejano,
un recuerdo de tiempos que ya no volverán.
Mutantes caminan, despojados de humanidad,y en sus ojos arde la sed
como una promesa rota.
Los ríos son cicatrices secas en la tierra,
y el cielo, un espejo de vidrio resquebrajado, se niega a llorar.
Pero entre la nada, hay murmullos de esperanza.
Cuentan historias de un paraíso verde,
de bosques húmedos donde el agua fluye
como un río de vida, donde la hierba crece sin miedo al sol.
Un edén oculto, más allá de la tormenta de arena, donde la vida puede renacer,
donde los hombres aún pueden respirar.
Pero el desierto es cruel, y cada paso hacia el paraíso es un paso en la oscuridad, una travesía a través de la muerte misma.
Y aunque las estrellas no brillan,
y la luna es sólo un fantasma pálido,
la esperanza, terco espejismo, sigue viva
en los labios agrietados de los que aún sueñan.
¿Es este el fin o solo un largo olvido
que prepara el regreso de la lluvia?
En las entrañas del polvo, la respuesta duerme,
mientras la sed recita su oración final.