Hace unos días, la idea de publicar un libro el año que viene me golpeó bruscamente, como un cachetazo inesperado. Decidí dejarla macerando en algún rincón del cerebro y seguir con mi vida: trabajar, cocinar, limpiar, explorar Barcelona. Restart.
El fin de semana pasado reflexioné sobre el tedioso proceso de llevar un manuscrito a una editorial y lo ambicioso que sería terminarlo para 2025. Bajé expectativas: al menos quería iniciar un diálogo con una editorial. Pero, transformar bytes en letras impresas sería complejo, así que entendí que tal vez debía hacerlo en mi cancha: internet.
Tras 14 años acumulando blogs y proyectos inconclusos, decidí abordar la escritura con dos líneas paralelas: una a largo plazo y otra que satisficiera mi necesidad de gratificación instantánea, ayudándome a construir una estructura.
En mi proceso creativo siempre elimino al menos cinco páginas de basura, perdiendo horas de redacción y edición. Entonces, en lugar de tirarlas, pensé en reciclarlas, o mejor aún: compostarlas. Así nació esta idea, y publiqué:
"Como método de precalentamiento antes de escribir, me propuse escribir on demand. Si se copan, tírenme dos lugares, dos personajes y dos sentimientos, y me cuelgo escribiendo en base a lo que me den."
De este modo, antes de "escribir en serio", caliento motores escribiendo pequeñas historias bajo demanda. Estos textos los escribo de un tirón, directamente en mi teléfono. La única relectura es un escaneo rápido para corregir posibles errores del autocorrector.
Esta dinámica es una adaptación de algo que probé en 2022, cuando pedí variables por Twitter y creé historias a partir de ellas. Ahora vuelvo a abrir esta caja de comentarios (ahora en Wattpad), lista para recibir nuevas propuestas y continuar escribiendo on demand.