Caminos Cruzados

El campus universitario bullía de energía. Entre las aulas, los jardines y las pistas de atletismo, los días transcurrían en una sincronía caótica. Entre esa multitud vibrante destacaba Flash, un joven corredor universitario cuya velocidad y carisma le habían ganado el apodo de "el Correcaminos". Todos lo admiraban: profesores, compañeros, incluso aquellos que no entendían mucho de deportes. Era el chico de oro del equipo, invencible en la pista, siempre con una sonrisa que iluminaba cualquier espacio.

Wali E., en cambio, pasaba desapercibido. Era el conserje del campus, un hombre de semblante tranquilo, que prefería escuchar a hablar. Su rutina era meticulosa: barrer, limpiar, reparar, sin buscar reconocimiento. Para algunos era simplemente "el tipo del carrito de limpieza", pero para los que lo conocían mejor, era una figura entrañable, con historias fascinantes y un ingenio que no combinaba con su rol.

La primera vez que sus mundos chocaron fue un día como cualquiera.

Flash veía en Wali una calma que lo anclaba, un refugio en su ajetreada vida. Wali, por su parte, no podía ignorar la chispa contagiosa de Flash, su entusiasmo juvenil y su corazón más grande de lo que mostraba al mundo.

Así comenzó su historia, en un campus donde nadie habría imaginado que el Correcaminos y el conserje tejieran un lazo que, como una carrera, empezaba a ganar velocidad.