Siempre he sido una chica de sueños y melodías. A mis 16 años, me encuentro atrapada en un mundo donde la música es mi refugio y la escritura, mi escape. Cada mañana, me despierto con la luz del sol filtrándose por la ventana, y aunque el día comienza como cualquier otro, hay algo en mi interior que me dice que hay más allá de las paredes de mi escuela.
Mis días transcurren entre clases y risas con mis amigas. En la cafetería, escucho sus historias sobre chicos, esos primeros amores que parecen tan emocionantes y aterradores a la vez. Ellas hablan de citas, de mariposas en el estómago y de esos momentos mágicos que parecen sacados de una película. Mientras tanto, yo sonrío y asiento, sintiéndome un poco fuera de lugar. Nunca he estado enamorada, y a veces me pregunto cómo se siente realmente.
En casa, mi habitación es mi santuario. Allí, con mi guitarra en mano, paso horas creando canciones y escribiendo en mi diario. La música es el lenguaje que uso para expresar lo que siento, aunque nunca he tenido la oportunidad de sentir un amor que inspire mis letras. A menudo, me encuentro mirando por la ventana, soñando con lo que podría ser. ¿Cómo sería enamorarse? ¿Qué se sentiría tener a alguien que te haga latir el corazón más rápido?
A pesar de la soledad que a veces siento, estoy decidida a descubrir quién soy. Mis pasiones me mantienen ocupada: concursos de poesía, ensayos de bandas escolares y la búsqueda constante de mi identidad. Sé que el amor llegará cuando menos lo espere, y hasta entonces, seguiré escribiendo mi propia historia, esperando que un día, entre acordes y versos, encuentre a alguien que la complete.
Vivir a medias basados en el conformismo muchas veces eso no es vivir, perdemos los días con la esperanza de que estamos haciendo lo correcto y que para los ojos de las personas es aceptable... pero nos estamos olvidando de lo más importante del vivir: Saberse libres.
Tenía apenas diecisiete años cuando mi vida se transformó para siempre, sin darme cuenta fui perdiendo lo que más me importaba con el pasar de los años, todo cambió... yo cambié. Ahora simplemente no me reconozco, veo mis manos, mi cuerpo, toco mi rostro, mi cabello y parecen ser los de alguien más; y es que cuando entregas todo por amor simplemente te quedas vacía y marchita por dentro. Me enamoré de él sin siquiera sospechar de lo que se avecinaba, tan ingenua como siempre.
Ahora los días han dejado de significar, se han vuelto eternos, las horas insufribles, los minutos un tormento y los segundos mi propio infierno... He tenido de sobra para pensar en mi vida, mi patética vida. He tropezado y me he levantado... vuelvo a caer y con cada tropiezo me vuelvo más débil... hay días en los que dejo que mi mundo se venga abajo y la soledad, mi fiel compañera, tome posesión de mi cuerpo, dejándome embriagar por sus palabras y dejando que fluya en mi interior.
Dicen que el tiempo puede sanar las heridas. Pero lo que no nos dicen, es que las cicatrices siempre nos recordarán el pasado, que la sensibilidad esquiva el razonamiento y éste, a su vez, desgasta la entereza... Dicen que de todo se aprende, pero cuanto daría por qué no siempre las lecciones fueran tan dolorosas.
Nota: este libro es totalmente mio, producto de mis días felices y tristes.