El Cuerno

Le pido mis solemnes disculpas al lector por hacer este relato. El mundo está lleno de inmundicias como para yo aportar un granito de arena más, pero siento que si no lo escribo la razón va a expiar de mi ser. He de confesarme ante ustedes mediante esta gracia divina que nos aportan las letras.
Doy como acto de buena educación presentarme antes de que lean las atrocidades que aquí voy a exponer. Mi nombre es Willian Wiltson, temo que le quede poco a ese nombre sobre el planeta. Para su información estoy adiestrado en las artes más profundas de la psicología humana. Entender la mente del ser humano es una ciencia abstracta y un poco descuidada por su naturaleza incomprensible y poco fiable. En otras palabras, la psiquis puede ser tan basta e infinita como el mismo universo, el mero hecho de estudiarla sumergió mi vida en un sinfín de libros, oscuridades y depresiones provistas por mi adicción al conocimiento. Me he dado cuenta a lo largo de los años que la salud mental puede describirse como una cuerda fina, tan fina que el más mínimo roce con la locura puede cortarla de raíz ¡Dios salve a todos aquellos que han caído en tal infierno! ¡Dios salve mi alma, mi alma casi sumergida en tal cataclismo!