Esquirlas de esmeralda y fuego

La batalla había llegado a su fin. Las risas resonaban en el aire, cargadas de alivio y cansancio, mientras los combatientes ignoraban las heridas que surcaban sus cuerpos. A pesar del dolor, el sentimiento de victoria lo llenaba todo. Pero no para él. Katsuki, el rubio de mirada feroz, permanecía inmóvil, ajeno a las celebraciones. Su corazón estaba atrapado en una única y desgarradora pregunta: ¿Dónde estaba Izuku?

Apretó los puños, su respiración pesada como si la ausencia del pecoso le drenara el aire. El caos de la batalla era nada comparado con el caos en su mente. "Maldita sea, Deku... ¿dónde estás?" Su cuerpo temblaba, no de cansancio, sino de un miedo oscuro y voraz que lo devoraba por dentro. La victoria no significaba nada sin él.