Desde la infancia nos enseñan que mentir está mal, aunque solemos cometer el error de pasar esa enseñanza por encima en algunas ocasiones. Las mentiras no son correctas, pero a Oliver no le importó hasta que se dió cuenta del error que cometió.
Ellos, dos personas que acordaron fingir un amor, mentir frente a los demás y a ellos mismos, se dijeron que el pasado no influiría en el presente, que el acuerdo no cambiaría lo que sentían ni lo que querían. Pero en la farsa que construyeron, la mentira crece, y las dudas, como sombras, se extienden más allá de lo que controlan. ¿Hasta qué punto pueden mentirse el uno al otro sin caer en su propia trampa? Y, más importante aún, ¿cuándo será demasiado tarde para negar lo que realmente sienten?