Noches en cautiverio.

Dicen que el destino siempre encuentra la forma de cruzar los caminos más retorcidos, incluso en la tormenta más feroz. Una mirada, un instante y todo cambió. Él era el diablo disfrazado de hombre, una sombra seductora que prometía el cielo pero arrastraba al infierno.

Sus ojos oscuros eran abismos que invitaban al desastre, y yo, ingenua, cometí el peor de los errores: dejarme caer en ese abismo. Entre cadenas invisibles y promesas rotas, aprendí que amar al diablo no solo destruye el alma, sino que consume todo lo que alguna vez fuiste.

Esta es la historia de mi último error. Mi lucha contra el amor enfermizo, el abismo que se llevó mi vida y mi desesperado deseo de que, si existe otra vida, jamás vuelva a cruzarme con él.

Porque el infierno no son las llamas... es amar a quien jamás podrá amarte.