Detrás de aquellas viejas puertas, donde los susurros no perturbaran la paciencia de los ancianos, se contaba una leyenda acerca de un lago cuya entrada o paradero era desconocido, los niños en un hilo de voz contaban a cerca de un lugar de mística belleza. Un lugar de descanso para las estrellas que morían, un sitio de conexión entre el cuerpo y el alma, entre lo tangible y lo abstracto, entre la materia y el espíritu. La leyenda cuenta sobre un lago que concedía un deseo a cambio de un costoso precio, precio que pagó un rey por su corona, una madre por su hijo, un ojo por un ojo, un diente por un diente, un alma por otra. En el valle de los susurros, lugar donde está construido el orfanato donde nació dicha leyenda, alberga una hermosa historia de amor que aún, hoy en día, es la musa de bardos y poetas.
Mi nombre es Evelyn y esta, querido lector, es mi historia de amor.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.