-¿Qué si sí? -preguntó, su voz ahora un susurro cargado de intenciones-. ¿Qué si este es el precio del poder? ¿De nuestra casa? Porque estoy dispuesto a pagar cualquier precio, tía.
Alyssa cerró los ojos un instante, sintiendo la presión del momento. Sabía que su sobrino no hablaba solo de política. Sabía lo que él quería, lo que estaba pidiendo. Y aunque lo reconocía en su mente, no podía permitir que ese deseo alterara su control. El poder, la guerra, los sacrificios... todo lo que habían construido estaba en juego.
-Eres joven, Jacaerys. Tienes mucho que aprender -dijo, intentando desviar la conversación, pero sin poder evitar la sutil suavidad de su tono.
Pero antes de que pudiera decir más, Jacaerys la interrumpió, sus ojos llenos de una pasión que no podía ser apagada.
-He aprendido lo suficiente -dijo, antes de inclinarse hacia ella y besarla una vez más, un beso lleno de la urgencia de lo prohibido, de la conexión de algo más allá de la política.
Alyssa, sorprendida por la intensidad del gesto, se apartó con rapidez, sus ojos llenos de un conflicto interno que nunca antes había experimentado. La mente de ella, siempre lógica y calculadora, no podía encontrar una respuesta clara, pero su corazón... su corazón latía con fuerza, algo en ella le decía que todo había cambiado.
Se apartó un paso, respirando con dificultad.
-Esto no puede continuar, Jacaerys -dijo, su voz temblando ligeramente, pero firme-. No en este momento, no en esta guerra. Tienes que entender lo que está en juego.
Jacaerys la miró intensamente, como si estuviera viendo a través de ella, como si lo que había ocurrido entre ellos ya no pudiera deshacerse.
-Lo entiendo, tía. Y haré lo que sea necesario para conseguirlo todo.
La tensión permaneció en el aire mientras Alyssa lo observaba marcharse, sabiendo que el futuro de los Targaryen estaba más incierto que nunca, y que las piezas del juego se movían de formas que ni siquiera ella podí