El orgullo muchas veces puede cegar el corazón, impidiendo ver lo que está justo frente a nosotros. Para Rainbow Dash, esto era más que una simple frase: era su verdad. Ella creía firmemente que el amor romántico era una debilidad, algo innecesario que podía interponerse en su camino hacia la grandeza. Amaba a sus padres, a sus amigas, y por supuesto, a Tank, su leal tortuga. Pero cuando se trataba de amor romántico, simplemente no lo consideraba una opción. Rainbow Dash estaba convencida de que el amor no era para ella. No porque no lo mereciera, sino porque, en su mente, el amor hacía a los ponis vulnerables, y ella no era vulnerable. Ella era genial, asombrosa, y el 20% más genial pony en toda Equestria. Era rápida, fuerte y valiente, y tal vez todo eso la había cegado a lo que realmente sentía por aquel pegaso que admiraba y que había comenzado a despertar en ella sensaciones que no comprendía del todo. Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras el horizonte, Rainbow Dash descansaba sobre una nube, observando cómo el cielo se llenaba de tonos naranjas y rosados. Sus pensamientos la atormentaban. -No conozco el amor en realidad,-dijo en voz baja, como si el viento pudiera llevarse sus palabras. -Tal vez yo pueda enseñarte,-respondió Soarin, quien había aparecido sin que ella lo notara. Sus ojos verdes la miraban con una mezcla de ternura y determinación. Rainbow Dash sintió algo por primera vez: un calor extraño en su pecho, una mezcla de nervios y curiosidad. Era algo que no podía ignorar, algo que la hacía cuestionarse si, tal vez, el amor no era tan absurdo como había creído.All Rights Reserved
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