Era un tiempo de silencios rotos y miradas furtivas, un tiempo donde las expectativas se tejían con hilos invisibles, y la verdad se arrugaba como una hoja olvidada.
Rosa, no sabía aún el peso de lo que sentía. El amor, para ella, era una mezcla de sueños perdidos y caricias lejanas, un brillo que iluminaba su vida y que, al mismo tiempo, la cegaba. Alejandro, un hombre de treinta años, había sido un suspiro lejano, una figura que, aunque interesada en su juventud, se sentía arrastrada por una marea de incomodidad y culpa. ¿Cómo podía desearla? ¿Cómo podía sucumbir a un deseo tan inconfesable? Era un abismo que le resultaba imposible cruzar, pero también una tentación que no sabía cómo resistir.
El amor, sin serlo, los condenó. Y con cada bocanada de aire, el destino selló su pacto.
"Siempre habrán ángeles en el infierno y tentaciones en el paraíso."
Polos opuestos, llamados por el destino.
Zehra una mujer con cara angelical, aura de diosa, cuerpo de infarto que irradia elegancia y clase por donde quiera que vaya.
La vida de Zehra no era para nada diferente a las demás, no hasta que lo conoció a él. A un hombre sombrío, sin escrúpulos, arrogante, y narcisista. Su vida dio un giro de 360 grados, cuando después de una larga y temerosa noche se despertó en un lugar completamente desconocido para ella.
Entonces la acción inició. Su vida ya no era aburrida, porque el peligro, los problemas, y los deseos explícitos yacían parte de ella. Aquel hombre la sedujo, el se hizo adicto a ella, la hizo su sumisa, su mujer, y la reina de su gran imperio.