Había muchas cosas que, por más pequeñas que sean, daban un atice de alegría en su vida.
Cómo la satisfacción de acabar con toda una especie, como la sádica emoción de destruir un planeta, como los dulces gritos de sus víctimas.
Aunque, había otras cosas, que eran igual o mucho más dulces que esas...
Cómo el café por la mañana o el vino en la noche, como comer carne bien condimentada y cocinada a la perfección.
Y, bueno, si se ponía un poquito más "sentimental", estaban los abrazos de su hijo, ese peculiar pero dulce aroma a bebé que desprendía, los dibujos mal hecho pero pintorescos que recibía todos los días, o escucharlo corretear y a penas pronunciando "papá" y luego, ella...
Con ella todo tuvo otro sentido, encontró más cosas dulces, más palabras bonitas, y demás "cursilerías" que antes no había experimentado, pero que quería sentir solamente con ella...