Su elegida por la sucesión

La condesa Lisset de Chamberlain era todo menos fiel a su esposo. Para nadie era un secreto tal hecho, mucho menos para los caballeros aristócratas que componían la sociedad. ¿Qué más delicioso que una dama joven, con excelentes atributos y un marido que no se ocupa de sus necesidades?

Ella era todo eso y más. Era una fiera en todo sentido de la palabra. No contenía sus palabras mucho menos sus pervertidas y desenfrenadas aventuras con cualquier hombre que llamase su atención. Ella no buscaba riquezas, era condesa. Solo buscaba sentirse mujer bajo una mano ruda y masculina. Sin embargo, no sabía que por una promesa su vida cambiaría. Cuando vio que el hombre que sería el padre de su hijo era el mismo de la promesa que le había hecho, tuvo miedo.

Porque nunca los hizo el mismo. Y quizo aferrarse con uñas y dientes a lo que ella era pero ya era tarde, porque aunque él fuese un despiadado y soberbio asesino, un maltratador y dominante hombre, Lisset cada vez que estaba junto a él se convertía en lo que nunca pensó ser: una estúpida chica enamorada. Y más aún sabiendo que él era un demonio con rostro de ángel. A todos engañaba, a todos, pero no a ella.

Intento por todos los medios huir, alejarse pero en vano porque ella misma había hecho que él la eligiera. Nunca debió seducir a una bestia, ni mucho menos quedar preñada de él.