Neteyam, hijo del bosque: imponente, silencioso y lleno de vida, siempre acechante, dispuesto a proteger lo que es suyo. Su presencia es sólida, una fuerza tranquila pero difícil de ignorar. Aonung, hijo del océano, lleva consigo la vastedad y la profundidad de las aguas: su corazón es un mar cargado de emociones complejas, cambiantes, tanto intensas como vulnerables, pero siempre impredecible. Su carácter refleja la calma de la marea y la furia de una tormenta, dos extremos de la misma naturaleza.
Al principio, sus mundos y sus diferencias los separan profundamente. La desconfianza y los prejuicios alimentan una relación tensa, pero en cada enfrentamiento, en cada roce, algo empieza a cambiar. Lo que antes era fricción, lentamente se convierte en diálogo. En lugar de ser enemigos, comienzan a enfrentarse al reto de ver al otro no como un obstáculo, sino como un espejo.
A medida que el tiempo pasa, algo sutil comienza a crecer entre ellos, frágil y tenue, como una corriente invisible que aún no sabe si será tormenta o calma. No es algo que se vea de inmediato, pero está allí, en cada mirada compartida, en cada palabra no dicha, en la forma en que empiezan a entenderse sin necesidad de imponerse. Ese sentimiento se construye paso a paso, suave, paciente, como el mar que erosiona la roca sin prisa. Lo que comenzó como un choque de mundos se convierte en una relación madura, construida sobre el respeto mutuo, donde la atracción, lenta y natural, encuentra su camino, abriéndose camino en la aceptación de lo que cada uno representa.
Esta historia está echa por el ship del jugador 001 y 456
Sumiso: jugador 456
Dominante: jugador 001
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