El Flood, el milenario parásito creado por los Precursores, había triunfado. Siglos de enfrentamientos contra los seres menores habían culminado en su victoria inevitable.
La galaxia, antes vibrante y llena de vida, ahora era un yermo desolado. Solo ellos, el parásito, permanecían. En medio del vacío infinito, tuvieron tiempo para pensar, para reflexionar sobre todo lo que habían logrado... y se dieron cuenta: no era suficiente.
Consumidos por una insaciable hambre de expansión, el Flood recopiló todo el conocimiento de su devastada galaxia. Absorbió cada fragmento de información, cada destello de tecnología, y con ello, evolucionó. Pronto fue capaz de comprender los secretos del vacío y de la realidad misma. Se alzó como una entidad divina, un dios de destrucción, y en su ascensión, escuchó algo más allá de su universo: el llamado de otra galaxia.
Era un lugar en constante guerra, una galaxia lejana donde el conflicto era eterno, y sus habitantes desafiaban incluso a los dioses. El Flood sintió la atracción y supo que era el siguiente paso en su conquista. Una nueva galaxia lo esperaba, una que lo llamaba a través del velo de la realidad misma. .