La filosofía de lo obvio

-¿Por qué?

-Porque sí

-Esa no es una respuesta.

-Claro que sí.

-Pues no es válida. No puede ser porque sí, las cosas no son porque sí.

-¿Tanto te cuesta entender que algunas cosas simplemente son así?

Victoria era una alumna bastante buena. Por eso fue una sorpresa ver que en su primer año cursando filosofía, la asignatura se le complicó hasta el punto de suspender los exámenes.

La madre de Victoria, hastiada por no saber qué más hacer para que su hija apruebe la asignatura, decide ir a la facultad de filosofía de la universidad en donde trabaja, y preguntar por el mejor alumno de la materia que esté dispuesto a dar clases particulares a su hija.

Por fortuna el mejor alumno de filosofía, según un profesor y coordinador del departamento de metafísica, estaba buscando ganar dinero con tutorías. El verano de la señora Dávalos había sido salvado, no tendría que preocuparse por cancelar o mover la fecha de unas vacaciones debido a que su hija tiene asignaturas que recuperar. Sería libre de ir a San Sebastián con su esposo e hijos, para relajarse de todo el estrés laboral.

Tal vez Esther Madrigal no sabía lo terca que podía ser su primogénita. Tal vez el propio Nicolás de la Fuente no sabía que podía perder la paciencia tan rápido. Tal vez... y solo tal vez, Victoria no sabía lo mucho que le podía gustar llevar la contraria a todo lo que se afirmaba, especialmente si la premisa salía de los labios de su ahora profesor particular.