Pistas rotas | Chestappen
4 parts Ongoing Max Verstappen cruzó la línea de meta, su corazón acelerado, pero su mente vacía. La victoria, como siempre, había sido suya. Y, como siempre, no le dio la satisfacción que esperaba. La multitud rugía, el equipo celebraba, pero Max ya no escuchaba. La adrenalina de la carrera se desvanecía, y con ella, su propósito.
Pero sus ojos, sin quererlo, se desviaron hacia él.
Checo Pérez.
El mexicano estaba al fondo, rodeado de su familia, su sonrisa de victoria llena de algo que Max nunca había logrado entender: paz. Calma. Un equilibrio que Max ni siquiera podía imaginar.
Así que, al final, no importaba cuántos trofeos tuviera. No importaba cuántas victorias alcanzara. Porque lo único que Max quería, lo único que deseaba con cada fibra de su ser, era ver esa sonrisa en el rostro de Checo, saber que solo él podía ser el dueño de su vida. Y, en un susurro, Max deseó con toda su alma que algún día, esa sonrisa y ese corazón pudieran ser suyos. Solo suyos.
Y todo comenzó con una simple mirada.