Cuando Gregorio Samsa se despertó aquella mañana luego de un sueño poco tranquilo, él encontró un insecto monstruoso. Eran las seis y media, y las agujas seguían avanzando tranquilamente, ¿por qué?, acaso no sonó el despertador -Estaba seguro de que lo había puesto a las cuatro y cuarto. Había que empezar a levantarse con calma, arreglarse sin ser molestado pero sobre todo desayunar, primero intentó sacar la parte inferior de su cuerpo, pero resultó ser muy difícil moverse. Cuando Gregorio ya estaba a medias fuera de la cama el nuevo método parecía un juego y no un trabajo, pues solo implicaba balancearse siempre hacia atrás, cuando cayó en la cuenta que sería mejor que alguien viniera en su ayuda. Se escuchó un golpe sordo, que sin embargo no llegaba a ser un estruendo. La alfombra suavizó su caída, su espalda tenía también elasticidad de lo que él había supuesto que esto evitó que el ruido fuera tan espantoso.