«Gracias por confiar en los servicios de LEDA, ya conoces nuestro lema: no hay nada imposible, mucho menos, encontrar el amor».
Eve Winters tiene un sueño: convertirse en la mejor periodista deportiva de todos los tiempos. Es por eso que, cuando el redactor jefe de The Canadian Voice anuncia que hay una vacante disponible, Eve está decidida a conseguirla. Lo único que se interpone en su camino es el conductor que le rompió el brazo, incapacitándola para escribir, y se dio a la fuga después de llevarla al hospital.
Levi Korhonen no esperaba terminar en el hospital por un atropello accidentado y mucho menos que la empresa de sus padres, famosa por hacer que las personas encuentren al amor de su vida en base a la estadística, lo emparejara con la chica que saltó a su parabrisas y que lo odiaba con todo su ser.
El reencuentro con Eve Winters le enseñó varias cosas: la primera, que esa chica de ojos grisáceos le había devuelto las ganas de vivir y la segunda, que tenía la capacidad para dejarlo sin palabras con tan solo un batir de pestañas.
Por eso, cuando esta le pide que le redacte los artículos que debe presentar para obtener el puesto como compensación por haberle roto el brazo, el enamoradizo de Levi acepta con varias condiciones: él le escribirá los artículos y a cambio, ella cumplirá con las citas obligatorias que establece LEDA para encontrar el amor porque, aunque Eve no crea en él, Levi no es capaz de ver otra cosa que no sea a ella.
Seis citas obligatorias, una hater del amor y un romántico empedernido.
¿Será Levi capaz de enamorar a Eve antes de que acabe el programa de La Probabilidad Estadística del Amor?
Desde su primer año en Slytherin, Theodore y Camille compartieron más que una casa: la misma astucia, el mismo carácter frío y una ambición que los mantenía entre los mejores estudiantes de Hogwarts. Se entendían sin palabras, se protegían con lealtad y, aun así, siempre fueron solo amigos.
Hasta que un día, cuando ambos se enteran que todos en su grupo de amigos pensaban que ellos serían la pareja perfecta, comienza a sembrarse una duda que ninguno de los dos pudo sacudirse.
Porque a veces basta una sola insinuación para que todo lo conocido se tambalee. Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿de verdad siempre fueron solo amigos?