Juro que no lo estaba espiando.
Fue su culpa por dejar la puerta abierta de su habitación mientras se cambiaba. Lo he visto con poco ropa antes, y jamás lo he mirado con otros ojos. Es arrogante, irritante, y cuando me llama príncipe con ese tono sarcástico, lo quiero es cerrarle la boca... con un puñetazo.
Pero esta vez, vi algo que no debería haber visto. Y ahora, no puedo dejar de pensar en ello.
De repente, pensamientos inapropiados comienzan a rondar en mi cabeza, amenazando con desmoronar la armonía de nuestro nuevo hogar.
No debería desearlo. No puedo desearlo. Pero lo hago.
Una fiesta de disfraces y un plan descabellado para conseguir al chico que ocupa mis fantasías, podrían cambiarlo todo.
¿El problema? Ese chico es el único al que no debería querer.