
Las ilusiones falsas tienen un brillo embriagador, como espejismos en el desierto que prometen saciar la sed de un alma desesperada. Para Taehyung, eran esas promesas susurradas de un escenario brillante, de aplausos interminables y libertad creativa. Pero los sueños rotos siempre llegan con el peso de la verdad, desgarrando las esperanzas como un cristal que se estrella contra el suelo. La realidad, cruel y desnuda, lo atrapó en un lugar donde la música no era arte, sino una herramienta para encantar a monstruos vestidos de seda. Su talento, que debía haber sido su boleto a la grandeza, se convirtió en una cadena dorada que lo ataba a un mundo de apariencias, poder y peligro. Cada noche, Taehyung bailaba bajo luces que no iluminaban, sino que cegaban. Movimientos perfectos, pero sin alma, porque el escenario no era suyo, sino de otros. Y mientras soñaba con escapar, con rescatar esos fragmentos de esperanza que aún quedaban en su corazón, la sombra de Jungkook lo envolvía más y más. Los sueños rotos no solo duelen; transforman. Y para Taehyung, el desafío no era solo sobrevivir, sino decidir si entre la oscuridad podía encontrar una chispa de redención o si su destino era consumirse en la obsesión de quien lo había atrapado.All Rights Reserved
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