Mía pensó que después de haberlo perdido todo, finalmente podía encontrar la paz junto a Luca, Joel, Valeria y la pequeña Bianca. Pero la vida no hace más que recordarle que las cicatrices del pasado nunca se borran, y que las nuevas presencias pueden ser tanto un bálsamo como una amenaza.
La llegada de Camille Rousseau, una estudiante de intercambio francesa, trastoca la armonía que Mía había comenzado a construir. Mientras Camille se convierte en una amiga cercana, su conexión con Luca despierta celos y dudas que Mía no puede ignorar. Como si eso no fuera suficiente, Adrián López, un fotógrafo bohemio, aparece en su vida, compartiendo con ella una conexión artística que amenaza con abrir grietas en su relación con Luca.
Pero el mayor golpe llega cuando Damien Leroux, el padre biológico de Mía, reaparece, trayendo consigo secretos familiares que podrían destruir todo lo que han construido. Su influencia amenaza con separar a Mía de Luca y alterar el equilibrio de todos los que la rodean.
En un mundo donde las lágrimas no siempre encuentran consuelo, ¿podrán Mía, Luca, Joel y Valeria enfrentar los desafíos que los nuevos rostros y viejas heridas traen consigo? Las relaciones serán puestas a prueba, y las verdades enterradas finalmente saldrán a la luz en esta segunda entrega de la saga Perdidos.
A veces, encontrar algo significa perder aún más.
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.