El dolor más agudo que experimenté en mi vida provino de la persona que más amaba. Me sorprendió ver cómo mi inocencia desaparecía lentamente, perdiendo la confianza en los seres humanos. Perdiéndolo todo. Después de ese catastrófico evento, solo me quedó recoger las piezas de mi alma destruida en el suelo, pisoteada y malgastada. Al poco tiempo, una serie de pésimas decisiones me llevó a conocerla a ella, un ser noble al que nunca imaginé conocer si no fuera por estas condiciones de tragedia. Quizás estaba exagerando, pero nunca el dolor me había hecho sentir tan vivo. Fue como desangrarme internamente.
La realidad es que, como consecuencia de todo esto, no me vi obligado a ceder ante los narcóticos, pero de igual manera los escogí. Creo que probablemente llené mi organismo con cualquier basura que se me atravesara. Y, por irónico que parezca, al mismo tiempo comencé mi vida como artista. En verdad no había caído en cuenta de mi potencial, mucho menos cuando estaba rodeado de influencias que solo nublaban mi visión del mundo. Ahora siento la necesidad inmensa de narrar la historia de mi mayor obra de arte: Camila.
Aquel ser era temido por aquellas personas, los curanderos decían que su presencia malos augurios traía. Todos oraban a Dios porque sus caminos no se vieran cruzados con aquel sujeto que la luz se llevaba y tristeza dejaba. Lo único que lograba causar en los demás era miedo, desesperanza y dolor, nadie lo quería cerca, todos menos aquella chica.
Aquella muchacha de ojos brillantes podía ver más allá de lo que los demás podían ver, en la oscuridad veía esperanza, en el miedo encontraba la luz para sostenerse. Creía que lo extraño no era causa de desconfianza, que lo extraño muchas veces significaba encontrarse uno mismo en un diferente camino.
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Fecha de registro: 19-may-2018 3:44 UTC