El dolor más agudo que experimenté en mi vida provino de la persona que más amaba. Me sorprendió ver cómo mi inocencia desaparecía lentamente, perdiendo la confianza en los seres humanos. Perdiéndolo todo. Después de ese catastrófico evento, solo me quedó recoger las piezas de mi alma destruida en el suelo, pisoteada y malgastada. Al poco tiempo, una serie de pésimas decisiones me llevó a conocerla a ella, un ser noble al que nunca imaginé conocer si no fuera por estas condiciones de tragedia. Quizás estaba exagerando, pero nunca el dolor me había hecho sentir tan vivo. Fue como desangrarme internamente.
La realidad es que, como consecuencia de todo esto, no me vi obligado a ceder ante los narcóticos, pero de igual manera los escogí. Creo que probablemente llené mi organismo con cualquier basura que se me atravesara. Y, por irónico que parezca, al mismo tiempo comencé mi vida como artista. En verdad no había caído en cuenta de mi potencial, mucho menos cuando estaba rodeado de influencias que solo nublaban mi visión del mundo. Ahora siento la necesidad inmensa de narrar la historia de mi mayor obra de arte: Camila.