Lo último que muere

La desesperación y el miedo, eran las emociones que identificaban lo que sentía en estos momentos. Y pude ver el reflejo de esas emociones en el rostro de mis padres y mis hermanos. Los científicos habían descubierto una enfermedad desconocida en los animales de las reservas de vida silvestre de Nkhotakota, en África, azotando la fauna de la región y sumiéndola en un estado de agonía. El agente causante resultó ser un parásito, nombrado Neurovex, el cual se asienta en el cuerpo de los animales, principalmente en el cerebro convirtiéndolos en sus esclavos.

No pasó mucho tiempo antes de que este diera el salto hacia la humanidad.

"Parecían muertos, sin conciencia, pero sus cuerpos seguían activos". "El Neurovex había sacado a relucir lo peor de la humanidad: su salvajismo". Les llamaron zombies, y esa descripción encajaba perfectamente. Cada día las noticias se volvían escasas a medida que los casos se multiplicaban, siendo África la primera región en callarse y desaparecer de la comunicación global. Tiempo después salieron a la luz unos vídeos que mostraban la devastación y esas "cosas" caminando por sus calles. Cosa que hizo que el terror que ya existía en la población creciera en demasía y que las luchas por la supervivencia comenzaran a presentarse en las calles y supermercados, arrasando con todo a su paso.

En poco tiempo los zombies arribaron a la región de Latinoamérica siendo el primero Brasil y a pasado apresurado invadió a México, mi país.

Mi nombre es Sariah y así es como viví el inicio del apocalipsis y mientras el mundo se desmoronaba ante mis ojos, debatía el significado de la vida en un mundo donde te acechaba la muerte en cada esquina. Sin embargo, mi voluntad por sobrevivir se convirtió en mi arma más poderosa.