Hace tiempo que no lo veo, y siempre es lo mismo: se va, regresa, se va, regresa. Soy una tonta al abrirle la puerta una y otra vez, sabiendo que me hace más daño. Él me lo advirtió; sabía que sería un problema, un problema del cual no podría librarme, pero lo acepté. Me metí en este ciclo sin fin, sabiendo que no soy nada para él. Solo me usa, juega conmigo y con mi tiempo. Es dueño de su mundo, y también del mío. Quiere protegerme, cuidarme, pero jamás logrará amarme. Él no busca romances, entonces, ¿por qué sigue regresando? Ni siquiera hemos salido, ni siquiera somos algo formal; a los ojos de los demás, apenas somos conocidos.
Me gustan los retos, pero ¿hasta qué punto estoy dispuesta a aguantar su juego? Un juego que podría ser nuestra perdición.