𝓔𝓷 𝓸𝓽𝓻𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓲𝓪𝓷𝓰 𝓒𝓱𝓮𝓷𝓰

Wei Ying, con apenas diez años, asumió un papel que nunca debió corresponderle. Con una sonrisa brillante para ocultar su propia soledad, se convirtió en el protector y figura materna de su hermano menor, Jiang Cheng, quien era siete años menor que él. Wei Ying lo arropaba por las noches, le contaba historias para ahuyentar sus miedos y se aseguraba de que nunca le faltara cariño. Su vínculo era inquebrantable, una isla de afecto en un mundo que parecía indiferente.

Cuando Lan Wangji, un joven de porte elegante y mirada serena, entró en sus vidas, Jiang Cheng, sintió una punzada de temor. Los celos, aunque dolorosos, nacían de la necesidad de aferrarse a la única figura constante en su vida. Wei Ying, consciente de la inseguridad de su hermano, lo tranquilizaba con abrazos y palabras de cariño, asegurándole que su lugar en su corazón era único e irreemplazable.

El día del vigésimo cumpleaños de Jiang Cheng, la tragedia golpeó con fuerza. Wei Ying y Lan Wangji, ahora una pareja casada, fallecieron en un trágico accidente automovilístico. El mundo de Jiang Cheng se derrumbó. La pérdida era insoportable, un abismo de dolor y soledad que parecía no tener fin.

Dos años después, impulsado por el recuerdo de su hermano y su amor, Jiang Cheng decidió honrar su memoria de la manera que creía más significativa. Fundó una guardería a la que llamó "Wangxian", una combinación de los nombres de Wei Ying y Lan Wangji. El lugar se convirtió en un faro de esperanza y alegría para niños pequeños, un espacio donde el amor y el cuidado florecían.

Fue en la guardería Wangxian donde Jiang Cheng conoció a Lan Xichen, el hermano menor de Lan Wangji, Lan Xichen con 24 años y Jiang Cheng con 22, compartía el mismo dolor por la pérdida de su hermano. Sus encuentros, al principio marcados por la tristeza compartida, pronto se transformaron en conversaciones profundas y significativas.