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Alessandra nunca había sido una niña normal. Y mientras las pesadillas seguían, empezaba a preguntarse si su vida, su verdadero origen, no era tan sencillo como pensaba.
Desde que tenía memoria, las pesadillas la atormentaban. En ellas, se veía a sí misma atrapada en un lugar oscuro, rodeada de figuras que la observaban. Un hombre en la distancia, la figura de una mujer que la dejaba atrás... y, sobre todo, la sensación de estar buscando algo que nunca encontraba.
A medida que pasaba el tiempo, esos recuerdos se volvían más confusos, más intensos. Y en medio de todo eso, había dos personas que comenzaban a complicar aún más su vida: Steve Rogers y Bucky Barnes.
Con Steve, Alessandra sentía una atracción que no podía comprender. Él, el Capitán América, parecía ver algo en ella que no lograba identificar. Pero él no lo mostraba, siempre distante, atrapado en el recuerdo de Peggy. A pesar de eso, algo en su mirada dejaba entrever que tal vez, solo tal vez, él sentía lo mismo.
Bucky, por otro lado, era todo lo opuesto. Con él, el conflicto era inmediato. Alessandra lo odiaba por la muerte de sus abuelos, y él, confundido por lo que sentía, la miraba con resentimiento, como si su presencia lo desconcertara de maneras que no podía explicar. Pero, con el tiempo, las tensiones empezaron a transformarse en algo diferente, algo que ninguno de los dos entendía completamente.
La Segunda Guerra Mundial: Autora de las más grandes tragedias y el escenario más caótico para una historia de amor.
De entre todas aquellas memorias de desolación que le llegaban de aquellos días sombríos, las más atesoradas eran aquellas en las que en medio del dolor resplandecía la alegría: El recuerdo de aquel vínculo forjado bajo el crisol del combate, aquel amor que a la sombra de la muerte fue la luz que resistió.
Bucky añora con todo su corazón aquellos inviernos ya lejanos en el tiempo en los que ella le hacía ver la vida de color rosa.