El atardecer teñía el instituto mientras Gi-Hun reunía el valor para confesarle a In-Ho lo que llevaba semanas guardando en el pecho. Encontró a su compañero en la azotea, donde el viento acariciaba suavemente sus cabellos y el horizonte se pintaba de colores cálidos. Con el corazón latiendo con fuerza, Gi-Hun se le declaró, confesando que no podía dejar de pensar en él. In-Ho lo escuchó en silencio, y aunque sus ojos reflejaban comprensión, sus palabras fueron como un muro: "No soy gay".
El rechazo, aunque calmado y sin burla, dejó a Gi-Hun con el alma rota. In-Ho se disculpó con sinceridad, pero eso no mitigó el dolor de Gi-Hun, quien, sin más, se alejó mientras el cielo se oscurecía sobre ellos. Lo que Gi-Hun no imaginaba era que, a pesar de las palabras definitivas de In-Ho, aquel momento sería solo el inicio de un vínculo que el destino no había terminado de escribir.