En la penumbra donde tu sombra llama,
me hundo sabiendo que el alma se inflama.
Tu tacto es puñal, tu aliento condena,
y aun así busco tu amor que envenena.
Bajo los laureles de este oscuro pacto,
saboreo la miel que devora el tacto.
Me pierdo en tus ojos, abismo y ruina,
presa voluntaria de tu cruel doctrina.
Tus manos, cadenas, las llevo orgulloso,
aunque el mundo grite: "¡Es un camino odioso!"
Tu risa me quiebra, tu llanto me arrastra,
pero en tu dolor, mi adicción se desata.
¿Eres tú mi mal o yo el tuyo, amor?
En este tormento somos uno y terror.
Rómpeme, ámame, haz de mí cenizas,
que el fuego no cesa si tus labios divisan.
Al final, seremos ceniza en los vientos,
tú, mi castigo, yo, tus juramentos.
Y aunque los dioses maldigan esta unión,
serás mi obsesión hasta la extinción.