Nadie recuerda exactamente cómo empezó. Solo se sabe que una noche, hace más de cincuenta años, las luces se apagaron en un vecindario de Londres y, al amanecer, encontraron a los habitantes de una calle entera muertos. Los relatos de los sobrevivientes eran confusos, fragmentados por el terror. Hablaban de sombras que se movían por las paredes, de un frío antinatural que quemaba la piel, y de un susurro lejano que helaba la sangre.
Al principio, se pensó que era una epidemia, un veneno en el aire. Luego, las apariciones comenzaron a extenderse. Cada ciudad, cada pueblo, incluso las aldeas más remotas, tenían su propia historia: espectros que aparecían al caer la noche, buscando venganza, un propósito, o simplemente la destrucción.
Nadie está a salvo.
Lo único que se sabe con certeza es que la presencia de hierro y plata los repele, y que solo los niños y los adolescentes pueden percibirlos claramente. Esas mentes jóvenes, aún abiertas a los límites difusos entre la vida y la muerte, son las únicas capaces de enfrentarse a ellos.
Y así, el mundo cambió. Las agencias comenzaron a surgir, empleando a niños con dones especiales para cazar y contener a los visitantes. Las calles se llenaron de advertencias y faroles de hierro. Los relojes marcaban el toque de queda con una precisión aterradora, porque nadie en su sano juicio permanecía fuera después del anochecer.
Las teorías sobre el origen de El Problema son muchas, pero ninguna ha probado ser cierta. Algunos dicen que es el resultado de un experimento fallido. Otros, que el mundo finalmente está pagando el precio por los errores del pasado.
Y en este mundo roto, donde el sonido de un susurro puede ser lo último que escuches, solo los valientes, los desesperados o los insensatos se atreven a enfrentarse a la oscuridad.
Y es en éste mundo, dónde la historia de Katherine Heartfilia da comienzo.