No, no, mamá, no. ¿Por qué me haces esto a mí? ¡Sólo soy un bebé! No me dejes! ¡Yo no te hice nada! -¡Mierda!- Salté de la cama sudada y temblando. ¿Dónde está cuando más lo necesito? Seguramente en alguno de sus asuntos, aún recuerdo sus frías palabras: “No quieras relacionarte con mi mundo, Ana.”