Leah James nunca conoció una infancia dulce y perfecta. La vida siempre la empujó a hacer las cosas sola, a cargar con su propio destino.
Es hija de Rick James, el temido líder de la mafia rusa. En el mundo del crimen, no existe treguas ni amistades, sólo enemigos. Y para los James, no hay mayor enemigo que los Torrance.
Dos familias condenadas al odio eterno, atrapadas en un ciclo de venganza que se perpetúa por generaciones. No es obra del destino, sino el legado sangriento de ambos clanes. Los James controlan la mafia rusa, mientras que los Torrance gobiernan la italiana. Dos imperios criminales que rivalizan no sólo en poder, sino en su inquebrantable aversión mutua.
Todo empeoró cuando, años atrás, Rick James desató el caos con un ataque a la mansión Torrance. Fue una masacre que arrasó con casi todos, salvo tres sobrevivientes: Alexander Torrance, de 20 años, su tío Damiano y su primo Massimo. Desde ese momento, la venganza se convirtió en el motor de los Torrance.
Pero la tragedia obró su verdadera forma el día que Leah cumplió ocho años. Una celebración infantil acabó conviertiéndose en un baño de sangre cuando Alexander irrumpió en la mansión James. Sin piedad, acabó con todos, incluyendo los padres de Leah, frente a sus propios ojos. Desde entonces, el odio dejó de ser una palabra; se convirtió en una fuerza imparable que define sus vidas.
Años después, Leah (19 años) y Alexander (41 años) no sólo son enemigos. Son tormenta y fuego, destrucción y caos. La guerra entre ellos no es un simple enfrentamiento: es un infierno que consume todo a su paso. No quedará nada, ni siquiera cenizas.
Leah James y Alexander Torrance. Dos nombres que significan ruina para quienes se atrevan a cruzarse en su camino.
"Para aquellos que leen solo para ser consumidos"
-¿Sucedió antes?
-Siempre sucede-la seguridad de sus palabras me detenían-. Todas las chicas con las que estuvo no soportaron la idea de no tenerlo más, cada una de ellas se fue de Brighton, ninguna soportó el descuido e indiferencia de él, desde que tengo memoria nadie ha sobrevivido a las garras de Dereck Black.
Miró su rostro, y en sus facciones serías parecía que todos le disgustaban, no prestaba atención a los demás. Parecía un peligro y todo su ser gritaba que se alejara, pero para la mala suerte de Megan eso le llamaba la atención y ahora más que nunca quería saber si era lo suficientemente fuerte para sobrevivir a él, para sobrevivir a un Black.