-Nunca tengas hijos, House -propuso.
-Te lo prometo.
***
Tu amigo no vivirá mucho tiempo, en cinco meses todos los recuerdos que alguna vez estuvieron presentes se esfumarán en el viento, la conversación profunda que comunicaron unos días atrás se desplazará a la parte más oscura de tu mente, todos esos sentimientos que se formarían en un futuro se hundirán muy adentro de tu corazón.
Lamentaba cada acontecimiento, cada palabra, cada pequeño sentimiento de amor; no había remedio, quedaría vulnerable ante la soledad, una vez más.
Cuando los sollozos se convertían en gritos ahogados, cuando el dolor era difícil de sedar hasta con drogas, una llamada del teléfono ya sin dueño resonó en las paredes de la habitación, haciéndolo olvidar aquel silencio que tanto lo atormentaba.
No había imagen, no había persona, solo un corazón vacío con recuerdos del pasado.
Aquella promesa, la conversación, los llantos, las risas. Era como si todo se repitiera ante sus ojos.
Veía a través de una foto inexistente a su amigo, su cabello, su barbilla y sus ojos.
Gregory House debía tomar una decisión, seguir dañándose a sí mismo en aquel departamento vacío o aceptar la responsabilidad de una criatura, con la nariz, la forma de la cara y esa mirada de la persona que tanto amo una vez, James Wilson.