Como todos saben, la crianza que Alicent brindó a Aegon, Aemond y Helaena estuvo lejos de ser ideal, marcada por la constante presión de Otto Hightower, lo que desencadenó la Danza de los Dragones y la pérdida de muchas vidas. Pero, ¿qué habría pasado si Alicent, en lugar de quedarse en el reino, se hubiera mudado a Rocadragón, dejando a Rhaenyra y su familia al mando del reino y controlando a Otto? En esta nueva realidad, Alicent se habría dedicado a criar a sus hijos como mejor pudo, acompañada por Ser Arryk y Ser Criston, quienes habrían asumido un papel paternal para Aegon, Aemond, Helaena y Daeron, formando un vínculo familiar diferente.
Mientras tanto, Jacaerys, Lucerys y Joffrey habrían crecido bajo la tutela directa de Daemon Targaryen, adoptando su carácter cínico y su desprecio por las normas convencionales. Ante los ojos de los demás, se presentaban como nobles recatados, dignos herederos de su linaje, siempre respetuosos y controlados. Sin embargo, dentro de los muros del castillo, esa fachada se desmoronaba cuando se enfrentaban a desafíos, cuando querían algo o a alguien. En esos momentos, salía a relucir la influencia de Daemon: una actitud implacable, cargada de determinación, donde conseguir lo que sea o quien sea era su único objetivo, sin importar las consecuencias. Esta dualidad los hacía tanto admirados como temidos, reflejando la mezcla perfecta entre la astucia Velaryon y la ferocidad Targaryen.
"Las heridas de su pasado son las cargas más pesadas sobre sus hombros, la traición es irreversible y aunque justificada no puedo evitar preguntarme ¿Soy capaz de perdonarlo?"
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