¿Has oído la historia de la princesa solar? ¿Del reino del sol, un lugar más allá del alcance humano, donde los rayos dorados nunca se apagan y la noche jamás toca su tierra? Dicen que es solo una leyenda, un cuento para los niños que temen la oscuridad. Pero, ¿y si te dijera que fue real? Que el sol mismo tuvo una guardiana, una princesa cuya luz era tan cálida y poderosa que podía proteger incluso los corazones más frágiles.
En lo alto de los cielos, oculto entre las llamas del amanecer, existe la Ciudad del Sol, un reino de inmensa belleza y vida eterna. Allí vivían personas de luz, quienes cuidaban de la calidez que cada mañana cubre el mundo. Y entre ellos, reinaba la princesa del sol, la más brillante de todas.
Se decía que su risa podía hacer florecer los campos más áridos, y sus lágrimas, teñir los cielos de un atardecer eterno. Los habitantes de la Ciudad del Sol la veneraban no solo como su princesa, sino como el corazón del equilibrio entre el día y la noche. Era la luz que mantenía la esperanza viva en el mundo humano.
Pero un día, todo cambió. Sin explicación alguna, la princesa desapareció. La Ciudad del Sol quedó en silencio, los días se tornaron opacos y el corazón de sus habitantes se llenó de una tristeza que ni la luz más brillante podía disipar. Nadie sabía qué había ocurrido.
Algunos dicen que fue enviada a la tierra por un propósito divino, un destino que ni siquiera los dioses del sol podían prever. Otros creen que fue un castigo, un exilio para una princesa cuya luz había comenzado a eclipsar incluso al sol mismo.