Territorios de Fuego

La ciudad de Monterrey, bajo el abrasador sol del norte de México, era un campo de batalla donde los reyes no portaban coronas, sino pistolas. Cada plaza, cada esquina y cada calle tenía dueño, y esos dueños no compartían. Las fronteras invisibles dividían el territorio, pero la ambición no conocía límites. Entre el norte y el sur de la ciudad, una guerra silenciosa pero feroz se libraba, con dos nombres resonando entre las sombras: Joong y Dunk.

Joong era el único heredero de un imperio construido sobre sangre y lealtades compradas. Su reputación de frío y calculador lo había convertido en el señor del norte, donde el desierto no perdona. Por otro lado, Dunk, un joven con una sonrisa afilada y una mente igual de peligrosa, había llegado a reclamar el sur con inteligencia, encanto y un inquebrantable sentido de justicia torcido. Para ellos, la guerra no era solo una cuestión de poder; era personal.