Desde el momento en que sus ojos se cruzaron, Shadow supo que algo había cambiado en su interior. No era solo su apariencia, ni la luz que emanaba de ella como un faro en la oscuridad. No. Era la forma en que su presencia lo envolvía, cómo sus palabras suaves y su risa contagiosa lo hacían sentir algo que nunca había experimentado. Lizzy era diferente a todo lo que había conocido, y por primera vez en su vida, Shadow sentía que algo valía más que su misión, más que la lucha constante por su destino.
Su corazón, que había permanecido sellado durante tanto tiempo, latía con fuerza cada vez que la veía. Estaba profundamente enamorado de ella, de su dulce alma, de su nobleza, de su inteligencia, de su empática naturaleza. Todo en ella lo fascinaba: sus ojos azules, su cabello rubio que brillaba como el sol, su sonrisa sincera y su forma tan pura de ser. Y mientras más la conocía, más se sumergía en la certeza de que ella era su todo, su razón de ser.
Lizzy no solo había conquistado su corazón, sino que se había convertido en su razón para seguir adelante, en su persona favorita, la única que hacía que su mundo oscuro cobrara sentido. Nadie, ni nada, podría separarlos. No importaba lo que sucediera, él no la dejaría ir, ni permitiría que nadie la dañara. Porque ella era su amor eterno, y por ella, estaba dispuesto a perderlo todo.
"Dejaría que el mundo ardiera por ti", murmuró en su mente, las palabras impregnadas con una fuerza casi peligrosa. No había vuelta atrás. Estaba decidido. Si alguien osaba poner en peligro a Lizzy, el mundo entero ardería, porque no podía permitir que ella sufriera. Ella era su única razón para seguir existiendo, y si no podía tenerla, entonces el destino mismo tendría que inclinarse ante él.
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca.
-¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen.
-Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a este lugar! ¡Tú no eres una humana normal! -grita un guardia sin dejar de perseguirme...
-¡No! Yo pertenezco a mi ciudad, con mis padres... -cuando estoy por llegar a la salida veo a dos chicos.
Practicando con espadas...
-¡Sky! ¡Atrápala! -grita Rick...
Uno de los chicos desvía su mirada y nuestros ojos se conectan
Sus ojos dorados me miran fijamente...
Revolotea despreocupado su cabello rubio, pero luego...
Se da cuenta de lo que sucede y me apunta con su espada
Yo me detengo inmediatamente...