Hwang In-Ho la amaba, la amaba más que a sí mismo, más que a cualquier cosa en ese maldito mundo. Y por eso desapareció. Por ella. Por su salud. Por darle una vida mejor, aunque eso significara arrancarse a sí mismo de su lado. No pudo explicarle, no pudo despedirse. Solo la dejó con un montón de recuerdos y un vacío imposible de llenar. Se convirtió en un fantasma para salvarla, sin saber que, en su ausencia, otro empezó a ocupar su lugar.
Jun-Ho nunca planeó enamorarse de ella. Al principio, solo intentaba cuidarla, asegurarse de que no se rompiera del todo después de la desaparición de In-Ho. Pero con el tiempo, la rutina se convirtió en algo más. La risa volvió. El cariño creció. Y cuando él le propuso matrimonio, creyó que, al fin, ella lo había elegido a él. Que al fin, podían empezar de nuevo.
Jun-Ho nunca planeó enamorarse de ella. Al principio, solo intentaba cuidarla, asegurarse de que no se rompiera del todo después de la desaparición de In-Ho. Pero con el tiempo, la rutina se convirtió en algo más. La risa volvió. El cariño creció. Y cuando él le propuso matrimonio, creyó que, al fin, ella lo había elegido a él. Que al fin, podían empezar de nuevo.
Pero un día antes de la boda, ella desapareció.
Sin despedidas, sin notas, sin explicaciones.
Lo que nadie sabía era que ella había tomado una decisión imposible. No podía permitirse perder a otra persona. No podía permitir que Jun-Ho terminara como In-Ho. Así que apostó su vida por él. Entró a los Juegos sin mirar atras, sin saber que la verdad que tanto había buscado estaba más cerca de lo que imaginaba.