
Me dicen Yemanyá, ajá, como el ídolo fatal; a veces también me dicen Alejo, y otras solo me cantan «por tu mala maña, de irte sin pagar». Cuando morí estaba jovensísimo, pisando el segundo piso. Después seguí bailando y vagando. Mi amá no me lloró, quevá, si ella misma me mató, me dijo: «para mi estás muerto». Y salí como alma que lleva el diablo con mis cuatro chiros por la misma puerta que había entrado veinte años atrás en sus brazos. Y pues si había muerto para ella, había muerto total, porque ella era mi vida, la única rama que me sostenía sobre el abismo. Era lo que es la causa para el efecto, mi razón de ser.All Rights Reserved
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