Julie Kavinon siempre ha vivido en su cabeza. Mientras el mundo real sigue su curso, ella ha pasado su vida imaginando historias de amor que nunca sucedieron, tejiendo posibilidades en su mente como si fueran destinos escritos en piedra. No es que no entienda la realidad, es solo que la suya ha sido más hermosa en su imaginación.
Desde que tiene memoria, ha escrito cartas a cada chico (y chica) que ha amado en silencio. No para enviarlas, sino para dejar ir sentimientos que nunca tuvieron la oportunidad de florecer. Daniel Kavin, el chico reservado que la mira como si estuviera viendo a través de ella. Wes Brudson, su mejor amigo, el que siempre ha estado a su lado con una sonrisa que ilumina hasta los días más oscuros. Y Sophie Ross, la única persona que la desafía a ser real, la única que la saca de su mundo de fantasías.
Lo que nunca esperó era que esas cartas, esos secretos cuidadosamente guardados, fueran a ver la luz. Y menos que la causante del desastre fuera su propia hermana, Jenny, quien, en un acto de travesura (o venganza), decidió enviarlas a sus destinatarios.
Ahora, Julie tiene que enfrentarse a algo que nunca había previsto: la posibilidad de que, por primera vez, el amor que imaginó pueda convertirse en algo real... o en su peor pesadilla.
Daniel ha comenzado a buscarla, con una intensidad en los ojos que nunca antes había mostrado. Wes la mira diferente, como si se estuviera preguntando cómo nunca se dio cuenta. Y Sophie... Sophie solo sonríe de lado, con esa expresión que le revuelve el estómago, como si siempre hubiera sabido algo que Julie jamás se atrevió a admitir.
Entre el caos de sus sentimientos, las miradas que antes no existían y el miedo a arruinar todo, Julie debe tomar una decisión: seguir refugiándose en su mundo idealizado o abrir los ojos y aceptar que el amor real, el que duele y transforma, no es como lo imaginaba.