Ésta historia comienza con la contemplación, la de los Eidolones, entidades poderosas, íntegras e iluminadas. En ella descubrieron Lozblam, un mundo habitado por recientes vástagos de vida: los humanos. Encantados por su ingenio y prometedoras aptitudes, abrieron una brecha hasta ellos, y les otorgaron el saber para su evolución: el de la magia, e incluso, el secreto para invocarlos.
No obstante, en medio de esa forja de bienestar y conocimiento, surgió el proclive de la mano de un hechicero llamado Kambkast, que halló la manera de invocarles, y además, doblegarlos a su voluntad. Kambkast junto a su séquito, los utilizaron para hacerse con el control de Lozblam, el cual a consecuencia quedó devastado, dejando heridas insondables en las personas, volviéndolas recelosas a la magia, los Eidolones, y sus legados, como Celiam, una híbrida que fue a conocer su herencia al haber desatado un poder indómito tras un incidente que martirizó su corazón. Aquella culpa le ha llevado a intentarlo todo para redimirse, pero no ha conseguido más que rechazo y soledad, estando siempre merodeando por los bosques como si fuese una desterrada. Sin embargo, pronto será la clave para detener un mal mayor: la condena que conjuraron los Eidolones supremos por haber corrompido a los suyos con execrables actos. Ahora esa maldición está a punto de arribar...
Datos:
Título Original: Hija de Eidolon.
Ilustración de portada: realizada por mi propia mano.
Publicación: una parte nueva de algún fin de semana aleatorio (Las partes oscilan entre las 700 y 2000 palabras)
Recomendaciones:
-Para mayores de catorce años y con un amplio vocabulario.
-Leer con la música adjunta.
Al lector:
Si usted gusta y viene a potenciar mis escritos o mi motivación, es bienvenido.
Si usted viene a ser mal uso de su tiempo despotricando, o a hurtarme, absténgase, que por mi sangre, queda maldecido.
[Postapocalíptico + Sin parejas románticas + Sistema demasiado poderoso + Gestión]
Gu Wanyin nunca imaginó que no solo transmigraría, sino que terminaría en un mundo postapocalíptico. Al abrir los ojos y encontrarse rodeada de zombis con solo dos niños adorables y lastimosamente delgados a su lado, Gu Wanyin pensó: ¡Este es mi fin!
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