Bakugo regresó al comedor con la mandíbula apretada, sintiendo que el aire a su alrededor se volvía sofocante.
No podía procesar lo que acababa de pasar.
Había querido hablar con All Might. Lo había decidido.
Pero su cuerpo... su propio cuerpo no lo dejó.
Era como si algo, una fuerza invisible, lo hubiera obligado a cambiar de opinión. No solo su cuerpo, sino su mente. Como si la idea misma de hablar con All Might hubiera sido arrancada de su cabeza y reemplazada por... nada.
Su mirada, involuntariamente, fue hacia Deku.
El nerd estaba riendo junto a Uraraka y Iida, con esa expresión amable y energética que siempre tenía. Como si no tuviera un solo maldito problema en su vida.
Como si todo estuviera perfectamente bien.
Pero no lo estaba.
Y por primera vez... sintió miedo.
Ese día, en el ataque de los villanos...
Cuando despertó y vio la pila de cuerpos a su alrededor...
No recordaba absolutamente nada.
Y Deku, el maldito nerd llorón que siempre había sido débil, lo hizo pasar como el ganador.
Y cuando trató de decir la verdad... su propio cuerpo le impidió hablar.
Y cuando trató de ir con All Might... algo lo detuvo.
Como si todo en su maldita existencia estuviera siendo forzado a jugar un papel que él no quería.
Como si la realidad misma estuviera manipulada.
Entonces, Deku levantó la mirada y sus ojos verdes se encontraron con los suyos.
Por un segundo...
Por solo un segundo...
Bakugo vio algo más.
No los ojos de un héroe.
No los ojos de un chico que quería salvar a todos.
Sino los ojos de un monstruo.
Algo que no pertenecía completamente a este mundo.
Algo que no era solo Deku.
Su garganta se cerró de golpe.
Y luego... Deku sonrió.
Una sonrisa amable. Una sonrisa pura.
Como si nada pasara.
Como si todo estuviera perfectamente bien.
Bakugo sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Porque ahora lo entendía.
Este no era el mismo Deku que él conocía.